Todo se dibujó entre las 19 del sábado y la 1 de la madrugada del domingo. Fueron seis horas de pura pasión azulgrana y de cultura, porque también cultura desde siempre es San Lorenzo.
Los primeros hinchas en hacer la cola llegaron a las 8.30 de la mañana. Antes de que se habilite el acceso a la sede, ya más de mil hinchas formaban una cola interminable por Avenida La Plata, que doblaba en Inclán y se renovaba permanentemente.
No sorprendió. Lo que ofrecía San Lorenzo resultaba cautivante. En la sede, las copas del fútbol y de todos los deportes, una colección de camisetas imperdible, una maqueta colosal del Viejo Gasómetro, varias charlas con ídolos como el Sapo Villar y el León Espósito y con deportistas ícónicos de la actualidad como Eli Medina y Damián Stazzone, dos hermosos cuadros exhibidos por la artista Lú Sedova.
También hubo un plus exclusivo para socios, con cupos limitados. Debían anotarse en la sede y el Club los trasladaba en un micro hasta el estadio, donde bajaban, visitaban el vestuario y entraban al campo iluminado de azulgrana, con la Copa Libertadores esperando para guardar una imagen única. Cada viaje era una fiesta de cantitos y emociones, con todos gritando por San Lorenzo.
Fue una noche tan cuerva como mágica. Un fenómeno de pasión y de cultura. Simplemente, San Lorenzo.